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- Entre estos se incluyen el malestar colectivo, la toxicidad de las interacciones, la dificultad para encontrar consensos y la inclinación hacia el autoritarismo, lo que podría interpretarse como “la victoria del primitivismo más arcaico”, tal como anticipó Mann en su obra.
La incapacidad de entender la complejidad de nuestra época es uno de los signos más evidentes de nuestro tiempo. Es inevitable que surjan preguntas como ¿hacia dónde nos dirigimos?; ¿hay esperanza de tiempos mejores?; ¿hemos realmente superado los horrores del pasado de forma definitiva? En este momento, el mundo está marcado por conflictos: Rusia y Ucrania, así como la situación humanitaria en Gaza. Además, existen guerras menos visibles pero igualmente devastadoras, como las luchas del narcotráfico en Colombia, México, Ecuador, Perú y Chile. A esto se suma la crisis migratoria, donde millones de individuos buscan dejar atrás una vida de sufrimiento.
La sensación de orfandad que nos acompaña se alimenta de la idea de que nuestra época es singular, carente de referentes del pasado donde buscar respuestas. Como resultado, nuestro presente se torna confuso y nos enfrentamos a una realidad dictatorial marcada por hechos inconclusos. No podemos asegurar si los sacrificios de hoy conducirán a un futuro más esperanzador.
No obstante, hay voces en desacuerdo. Un artículo reciente de Wolfram Eilenberger en El País aborda esta crisis en “La agonía de la libertad”. El filósofo alemán se basa en la trilogía de Thomas Mann: Los Buddenbrooks, La montaña mágica y Doctor Faustus, para diagnosticar los síntomas de nuestra era. Entre estos se incluyen el malestar colectivo, la toxicidad de las interacciones, la dificultad para encontrar consensos y la inclinación hacia el autoritarismo, lo que podría interpretarse como “la victoria del primitivismo más arcaico”, tal como anticipó Mann en su obra.
Teniendo en cuenta que Mann fue testigo del auge del Imperio Alemán y su consiguiente caída tras la Gran Guerra, Eilenberger argumenta que hoy vivimos en una realidad paralela. Así como en La montaña mágica, nuestra sociedad parece más interesada en gustos superficiales que en ideas profundas, contradiciéndose en el proceso. ¿Son las redes sociales realmente espacios de dialogo o, como sugiere Eilenberger, simples refugios de opiniones que evitan la cura y el cambio?